domingo, 18 de noviembre de 2007

Teorías del desarrollo, cultura y educación



Los paradigmas planteados por los diferentes enfoques del desarrollo cognitivo, sean del autor que sean, llevan consigo una mochila que no necesariamente se reconocen y aceptan al asumirlas como válidas. Esta mochila va cargada del momento histórico (los hombres se parecen más a su tiempo que a sus padres) en el cual fueron fecundadas, y el contexto social inmediato que sirvió de escenario para que la observación de determinados fenómenos, les dieran su estructura fundamental. Es evidente que estas características intrínsecas condicionan las expectativas que nos presentan, y al asumirlas como válidas, sin evaluar las condicionantes sociales y geográficas que las guían, se cae en la ceguera teórica, de construir sólo en base a las teorías propuestas, estratos de desarrollo aplicables a cada individuo, independiente del tiempo y el contexto que lo rodee. Esta súper valoración del papel teórico puede jugar un rol nocivo en las expectativas que se generan, cuando se aplican diferentes parámetros al evaluar el normal desarrollo de un niño y olvidamos lo que debe estar a la base de cualquier evaluación, que es, la cuestión de cómo se construye el desarrollo, y partiendo de esta condición básica, generar los parámetros que nos permitan evaluar el desarrollo normal de un niño. Es evidente que existe más de una condicionante que da forma a la particularidad cultural de nuestro desarrollo, condicionantes que van desde el escenario geográfico, hasta las casi nunca consideradas subjetividades ideológicas que condicionan la conducta de un determinado grupo frente a un mismo acontecimiento (1). No siempre es considerada, por ejemplo, el tipo de relación familiar que cada cultura considera como la apropiada, y a partir de esta relación hacer observación objetiva de los tiempos de “maduración” que cada integrante posee. Es evidente que más de una característica puede pasar por alto al no tomar en cuenta esta relación fundamental en el desarrollo psicosocial de un niño, y actuar manera tan violenta como lo es el rotular de manera externa, sin previos conocimientos del medio sobre el cual se está trabajando, o se pretende generar dinámicas educacionales que sean significativas a la hora de propiciar el desarrollo íntegro de una persona. Sobre esta reflexión quedan muchos más relaciones que se pueden hacer, como cuando tomamos las significativas definiciones que John Dewey hace sobre la experiencia en el ámbito de la educación, que no las evalúa desde el prisma, que por ese entonces, hacía la educación progresiva, que exigía que la experiencia fuera la que dirigiera la calidad de la educación, y, por lo tanto, la falta de ésta nos ponía frente a una educación deficiente, sino que, por el contrario, no era la falta de experiencia la que hacía deficiente la educación, sino la calidad de la experiencias, y que éstas debían siempre, para considerarse como educativas, como generadoras de nuevas experiencias, como experiencias que posibilitaran que un niño quisiera vivir nuevas experiencias de ese tipo, pero ¿se pueden alimentar esas expectativas si no conocemos lo que es o no significativo para un niño?. Es por eso que se aplauden esfuerzos como los realizados al estudiar, en pueblos del interior de Arica, el efecto que la altura tiene sobre el funcionamiento cerebral y como esto afecta en las diferentes funciones que dan forma a los procesos cognitivos, memoria, tiempos de concentración, etc. (2). No es sólo la realidad objetiva, como ya se ha mencionado, y su influencia sobre los procesos orgánicos los que reflejen las dinámicas sociales propias de las diferentes culturas, y parados sobre este risco construir los aportes que ayuden superar las vallas que tantas veces se han criticado de la educación nuestra de cada día. Pero mas allá de entender el ámbito de la educación como una isla exclusiva de los participantes directos, de lo que se puede reconocer como la estructura educativa formal, se debe entender como un campo amplio que requiere la participación seria de todos los estudiosos que puedan generar algún tipo información que nos permita dejar de dar palos de ciego o buscar recetas mágicas aplicadas en otras realidades, en las cuales no encontramos ninguna de las dinámicas que nos caracterizan y, por consiguiente, valorar los procesos que nos identifican para poder generar experiencias significativas dentro de la gama de posibilidades que valóricamente se consideren como positivas dentro del desarrollo íntegro de una persona.

(1) El ejemplo sociológico clásico planteado al respecto, es la evaluación que se hace de la influencia en el desarrollo económico de los países del primer mundo, que en su gran mayoría provienen de culturas religiosas protestantes, versus, el desarrollo económico inferior de países llamados del tercer mundo, en los cuales encontramos, en su base moral, ideas provenientes de la cultura catolica.

(2) Articulo extraído de la Estrella de Arica, 06 – 03 – 07

Investigadora de la UTA, Liza Lagos Araya, desarrolla novedoso enfoque.
"Las pruebas que se han usado a nivel de salud mental no calzan. Uno no puede calzar a un niño con un manual, pero un niño no puede quedar fuera del sistema por ser de una etnia". Así concluye la sicóloga del Instituto de Alta Investigación de la Universidad de Tarapacá, Liza Lagos Araya, el primer horizonte de un completo estudio multidisciplinario sobre la etnia aymara.
A partir del doctorado en Genética Humana y Biología Molecular, dictado por la Universidad Autónoma de Madrid y con la asesoría del Premio Nacional en Ciencias, Francisco Rothhammer, la sicóloga temuquense, radicada en Arica, estudia a un grupo de 200 niños y jóvenes aymaras, del Liceo C-3 de Putre y el Liceo Agrícola Abelardo Núñez, en el contexto del sistema educacional occidentalizado.
A través de diferentes pruebas de distintas disciplinas, el material sicológico aplicado arrojó más de alguna sorpresa. Los manuales de diagnostico para el Síndrome de Déficit Atencional, sin o con hiperkinesia, incorpora criterios que se supone calzan de manera universal.
Sin embargo, en las conclusiones preliminares de la primera parte de la investigación, arroja reflexiones como que los niños y jóvenes aymaras poseen a nivel emocional un discurso y movilización característica "ni mejor ni peor, pero muy diferente a lo que tenemos en el sistema occidentalizado".
Es por eso que a partir de esos primeros atisbos, se advierte que si bien la sicología y la siquiatría utilizan manuales diagnósticos donde se considera la caracterización de fenómenos visibles (síntomas) que constituyen ciertas enfermedades o fallas, no hay estudios para resolver si existen o no diferencias asociadas a variables socioculturales.
A juicio de la sicóloga, la falencia estaría en el sistema, en el cual ya existen los métodos para tipificar una enfermedad, pero siempre desde una perspectiva occidentalizada.
En la titánica investigación que considera una numerosa muestra y la aplicación de manuales diagnósticos, han colaborado desinteresadamente académicos y alumnos de distintos niveles de la carrera de Sicología de la UTA.


HIPOXIA
La primera parte de la investigación doctoral, ha incorporado estudios paralelos, como las condiciones medioambientales, en los cuales vive la etnia aymara.
Para eso, durante el 2006, se realizó un experimentó con ratas de laboratorio, trasladadas desde Santiago. Con un grupo control en Arica, y con otro grupo de roedores en el altiplano.
Las ratas con hipoxia (falta de oxígeno) crónica presentan respecto del grupo control diferencias en los niveles de aprendizaje.

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